Neurociencia y educación emocional en la comunicación con niños

Abr 12, 2017

Uno de los principales retos que tenemos como padres es el entender a nuestros hijos, cuando no conseguimos hacerlo adecuadamente se genera ambas partes un elevado grado de frustración. Aprender a comunicarnos mejor con ellos pasa por comprender cómo se desarrolla su cerebro y  cómo evoluciona su pensamiento.

La construcción del cerebro se produce de manera gradual y no solo depende de factores genéticos. El  entorno en el que se encuentra el niño juega un papel fundamental en su desarrollo, debido a la alta plasticidad del cerebro en etapas tempranas. En el aprendizaje del niño influyen también factores nutricionales, emocionales, socioeconómicos, culturales y educativos.

El desarrollo del cerebro es un proceso acumulativo y por etapas que a medida que van sucediendo permiten al niño reaccionar a estímulos para los que en la etapa anterior no tenían receptores. Dicho de otra forma un niño, por ejemplo, no puede empezar a leer hasta que no desarrolla la capacidad de diferenciar símbolos  visuales (letras).

Los niños tienen diferentes modos de pensar en función de su crecimiento. Hasta los 3 años su pensamiento está ligado alo sensorial, exploran el mundo a través de los sentidos, para relacionarse con lo que les rodea utilizan primero la boca y  a medida que crecen las manos. A partir de los 3 años, todo empieza a girar en torno a ellos mismos, y su pensamiento se vuelve intuitivo y egocéntrico. Desde los 6 años se desarrolla la lógica completa aumentando la capacidad mental hasta poder realizar representaciones mentales. A los 8 aumenta la flexibilidad, la memoria y las explicaciones racionales; entonces el pensamiento se vuelve reversible. De los 10 a los 12 años el pensamiento adquiere mayor rigor orden y flexibilidad, empieza la capacidad de análisis-síntesis y de inducción-deducción. Teniendo esto en cuenta podemos escoger la forma de relacionarnos con ellos adaptándonos a su fase de desarrollo cerebral.

El sistema educativo actual está más adaptado a la parte intelectual de la evolución del niño y se centra en la adquisición de conocimientos o técnicas y la consecución de objetivos; dejando de lado la regulación emocional. Los niños con mayor autorregulación llegan mejor preparados al colegio, tienen menos problemas de conducta y obtienen mejores calificaciones. Hay que recordar que la Inteligencia emocional es un predictor más potente de los buenos resultados académicos que el Cociente Intelectual.

Las competencias emocionales se trabajan desde que son pequeños,  por lo que los padres deben estar informados de los aspectos que interfieren en su correcto desarrollo.  Para empezar a adquirir una buena inteligencia emocional tenemos que conseguir que el niño sea capaz de reconocer sus propias emociones y diferenciarlas claramente. Existen 6 emociones básicas que tenemos que ayudar a que identifiquen: Alegría, Tristeza, Miedo, Ira o Enfado, Sorpresa y Asco. La toda paleta de emociones que se pueden reconocer son la combinación de una o varias emociones básicas.

Tenemos que dotar al niño de un vocabulario emocional elemental para lo que necesitamos de claves para reconocer sus emociones. La mejor forma de identificarlas es mediante la observación de la situación, lo que hace, con quien está, a veces las emociones se producen en contextos sociales. Las emociones siempre van acompañadas de un patrón fisiológico que muestra: tensión muscular, sudoración, velocidad de la respiración, color de la piel, etc. En ocasiones basta con pararnos a realizar una escucha activa para conocer qué sienten las otras personas. También  se puede analizar su comunicación no verbal: la proximidad corporal y contacto físico, la orientación y postura, los gestos, la expresión facial, la mirada, el volumen  y tono de la voz, o la fluidez y velocidad verbal.

Atendiendo a estas pautas podremos mejorar la comunicación con los más pequeños en gran medida a la vez que desarrollamos sus capacidades y les dotamos de habilidades que facilitaran muchísimo su transición a la vida adulta.

Por Jorge García

Fuentes:

  • Libro: Queremos hijos felices – Silvia Álava Ed. JdeJ Editores 2014
  • Imagen desarrollo cerebral: Javier Pescueza
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